La fase 3 de la desescalada permite la utilización del ingreso principal de muchos bares y punto de encuentro de sus clientes. “Lo necesitábamos todos, nosotros y los clientes”, confiesa Nemesio Rodríguez, del bar El Mirador. Aun así, la separación física para cumplir con las medidas higiénicas también está condicionando la mentalidad de los clientes, y si antes “se tomaban tres o cuatro rondas, ahora son menos y tampoco se queda en grupo”.
Daimiel Noticias. – Los últimos bares en abrir han sido los que tienen en su barra su principal razón de ser. Un punto de referencia que va más allá de lo económico y que en estas primeras horas de fase 3 también está sirviendo de terapia para los clientes y para hosteleros. “Lo necesitábamos todos”, comenta Nemesio Rodríguez, del bar El Mirador. “Muchos me cuentan que ya no sabían que hacer en casa, después de mover todos los muebles, pintar o hacer pan y pasteles”. Rutinas que también ha repetido Neme mientras reconoce al mismo tiempo que el último mes se ha hecho “muy largo”. “Veía a la gente por la calle y te preguntaba que cuándo abrías. Al que nos gusta este negocio, nos gusta hablar con la gente y por eso estaba deseando de abrir”, asevera.
La costumbre de muchos trabajadores era tomarse un café antes de meterse en la faena diaria o partir la jornada con un almuerzo, e incluso, los botellines del mediodía. Esa era la normalidad hasta el 13 de marzo. Tres meses después, el panorama ha cambiado. La barra está delimitada en zonas distancias en dos metros por una línea amarilla pegada en el suelo. De las seis mesas del interior solo se pueden usar tres. El resto están precintadas.
Y esa separación física para cumplir con las medidas higiénicas también condiciona la mentalidad y el tiempo que pasan los clientes en el interior de los bares. “Si al entrar ven gente en la barra, algunos no pasan o se van a la terraza que tengo enfrente”. Y si antes “se tomaban tres o cuatro rondas, ahora son menos y tampoco se queda en grupo, los clientes vienen de uno en uno”, afirma.
Esta es la nueva normalidad para El Mirador que puso en marcha la cafetera el pasado viernes. Allí ya ha empezado a saborearse los churros de los martes y domingos. Podría haber abierto antes por la terraza, pero en su caso, como el de multitud de bares de toda la vida, el negocio depende sobre todo de la barra. De momento, eso también va a cambiar. “Con los dos sitios intentaremos salir, tendremos que cumplimentar una cosa con otra y trabajar más, no queda otra”, reflexiona.
Trabajar más para intentar llegar a lo de antes, una conclusión que deja por el camino otros senderos que ya no se pueden recuperar, como lo perdido en Semana Santa. Esas semanas son claves para la hostelería en Daimiel y se han caído del calendario como las hojas en otoño. Sin embargo, Neme es de los que prefiere no quejarse o “hacerlo lo mínimo porque desde fuera no te van a solucionar nada”. Su mantra es “trabajar y trabajar” y adaptarse a estos nuevos tiempos con buen ánimo.
Durante estas semanas con la persiana bajada, ha cobrado el cese de actividad y también ha aplazado su cuota de autónomo y la de su mujer, con la que regenta el bar. También va a solicitar la ayuda municipal de 300 euros por negocio. Comenta que han estado bien, pero insiste en que lo importante es que la reactivación económica llegue a todos los niveles. “Nosotros dependemos de la clientela, y ésta tiene que tener dinero para consumir”, sentencia.
Desde el otro lado de la barra, mientras Lourdes tira una caña, un cliente asiente con la cabeza. Y surge la conversación a tres bandas en el negocio de Los Rodríguez entre trago y trago de cerveza y un pincho de chorizo. La vida vuelve a solucionarse en la barra.
Se echaba de menos.
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