Ayuntamiento de Daimiel

El Trabajo de Fin de Grado del geógrafo daimieleño Alberto Celis defiende que La Mancha no se puede identificar con la estepa y que la actividad humana ha sido el factor determinante en la degradación de sus encinares, como ha sucedido en el término municipal. 

Daimiel Noticias.- Un trabajo de Fin de Grado de Geografía, titulado ‘¿Bosque o estepa?’ La evolución de los encinares manchegos desde la Edad del Bronce: el caso de Daimiel», del que es autor Alberto Celis, bajo la tutela del doctor Rafael Ubaldo, ha analizado la evolución de los encinares manchegos desde la Edad de Bronce hasta la actualidad. El geógrafo daimieleño defiende que no se puede identificar La Mancha con la estepa, a pesar de que esta asociación ha estado presente en la política y en la literatura e, incluso, en diversos trabajos desde el siglo XIX.

En su trabajo sostiene que los actuales paisajes abiertos, sin apenas árboles que predominan en la llanura manchega, son el resultado de un proceso de degradación del bosque esclerófilo mediterráneo que se remonta a la Edad del Bronce y que así lo ha podido documentar en el término municipal de Daimiel, que puede servir de ejemplo de lo ocurrido en otros lugares de La Mancha. «El factor humano ha sido determinante en el deterioro de las masas forestales de la llanura manchega, sobre todo a partir de la conocida como Pequeña Edad de Hielo, cuando la bajada de temperaturas y el aumento de la aridez provocó un importante retroceso de los encinares, que ha sido el caso, al menos, en el municipio de Daimiel», ha expuesto.

Ha matizado, no obstante, que «la deforestación no alcanzó de la misma manera a la Dehesa de Zacatena, que rodeaba los límites del actual Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, muy protegida por la monarquía hasta el siglo XIX». En el resto del término, ha mantenido, «la tala de árboles y el aumento de las roturaciones agrícolas provocó una paulatina disminución de los encinares durante la Edad Moderna».

«A partir de la Edad Contemporánea, la única gran zona con encinas que sobrevivió, Zacatena, acabaría también desapareciendo y con ello estrechando el cerco sobre el humedal de Las Tablas de Daimiel que acabaría desecándose con fines agrícolas a partir de la década de 1970», ha sostenido.

El trabajo, presentado en la Facultad de Letras, de Ciudad Real, ha advertido que «demuestra que la disminución del bosque manchego es el resultado del aumento de la presión agrícola en un contexto climático adverso caracterizado por la escasez de las precipitaciones».

«La deforestación transformó la vegetación e hizo que algunos científicos durante el siglo XIX la identificaran con las estepas del este de Europa», ha reforzado Celis, para quien esa asociación «caló en la sociedad española como manera de representar la aridez y la esterilidad» del interior de la Península Ibérica, «sin embargo geógrafos como Huguet del Villar ya criticaron esta asociación y defendieron que era resultado no de un hecho natural sino de la acción humana».

Ese debate, ha mantenido, se ha prolongado hasta la actualidad donde «a menudo de manera contradictoria, se alternan proyectos para conservar la biodiversidad que protegen los espacios abiertos para la salvaguarda de las conocidas como aves esteparias con otros que apuestan por la reforestación de los campos con encinas y otras especies autóctonas».

Para Alberto Celis, por tanto, queda descartada la asociación entre La Mancha y la estepa, y ha apuntado que la pregunta para el futuro es «si apostamos por el bosque o por los agroecosistemas, como así los denomina el programa científico de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de la Fundación Biodiversidad».

Una cuestión «a resolver, entre otros profesionales, por los geógrafos que, como expertos en ordenación del territorio, deben orientar cuál debe ser la actividad humana a promover en las próximas décadas y qué elementos bióticos se quiere que sean predominantes en la llanura manchega», ha finalizado.